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El primer capítulo de la exposición —bajo el título Inútiles para el Mundo— reúne diez piezas que nos permiten ahondar en capítulos de marginalidad como son la pobreza, la mendicidad, el ejercicio de la caridad o la enfermedad.
La miseria y el auxilio social a los necesitados son una realidad que ha estado siempre presente en la Historia de España. Sin embargo, las posturas en relación con las mismas han sido muy ambiguas. Hasta finales de la Edad Media, la pobreza se concebía como un valor positivo pues servía como prueba para lograr la santificación. Sin embargo, durante el siglo XVI y parte del XVII, coincidiendo con el debilitamiento socio-económico por el que atraviesa España (provocado en parte por las epidemias, las malas cosechas, el despoblamiento, la subida de los precios y la caída de los salarios que crean una situación desfavorable que provoca un alarmante incremento del número de mendigos, vagabundos, enfermos y marginados sociales), surgirá una corriente culta de opinión -encabezada por humanistas como Vives, Herrera o Domingo de Soto— contraria a la figura del pobre que mendiga. Estos plantearían como solución la racionalización de la caridad a través de un examen de pobres a fin de discriminar necesitados «falsos» -delincuentes, vagos, tramposos y avaros— de los mendigos «verdaderos» —aquellos que vivían de la caridad pública y que inspiraron las órdenes mendicantes que surgieron en la Europa cristiana del siglo XIII (Éxtasis de San Francisco de Paula, fundador de la Orden de los Mínimos)—.
En la órbita de este debate entre poderes públicos e Iglesia se sitúan las obras expuestas en esta primera sección, en un intento de reflejar aspectos relativos a: la exaltación de la Justicia divina (Visita de Jesús al Limbo); la recurrencia a las alegorías de la Justicia y la Caridad (en la obra de Gregorio Fernández); la virtud de la resignación ante la enfermedad y la pobreza; la alabanza de los pobres productivos (Casa de Nazareth o la Adoración de los pastores); exaltación de aquellos intercesores que sobresalían en su dedicación a pobres, enfermos, huérfanos y peregrinos (Éxtasis de San Francisco de Paula); o la asistencia a los niños abandonados (en el lienzo de San José de Andrés Amaya); la virtud de la resignación ante la enfermedad y la pobreza (Job en el muladar) o la desconcertante y reveladora presencia de negros y esclavos en las hagiografías de los santos (Milagro de San Cosme y San Damián).
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