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En esta primera edición, Ibon Aranberri ha creado una instalación doble conformada por materiales y estratos surgidos de los fondos desplazados del museo. Bajo el título Itzal marra (Línea de sombra), por un lado, reconstruye una estructura manufacturada como sistema de almacenaje, y, por otro, presenta una colección completa de calcos generados sobre las inscripciones de superficies encontradas.
"Al convertirse en museo, el antiguo convento fue transformándose en una infraestructura funcional adaptada al servicio público. Como proyecto surgido de la industrialización inició la tarea de conservar materiales y vestigios de los modos de vida en proceso de cambio, con la misión de organizar un relato cultural que atendiera las necesidades de la sociedad moderna.
En el tiempo, la colección ha ido prestándose a nuevas revisiones hasta adoptar la condición de un inventario consultable y didáctico. Así, el museo ha tendido a la desmaterialización, de tal manera que la identificación ya no pasa necesariamente por palpar el registro físico, sino por el acceso a su huella. Este desplazamiento ha permitido vaciar la arquitectura interior, acondicionándolo de acuerdo a los nuevos usos.
La estructura ha sido recuperada y ampliada, manteniendo las marcas de su desmontaje como instrucción para una reconstrucción futura que nunca tuvo lugar.
Paralelamente, los espacios habituales de almacenaje se han ido deslocalizando. Estos depósitos constituyen hoy la exterioridad del propio museo. Gran parte de los materiales allí acumulados proceden de usos y situaciones anteriores. Al compartir el mismo departamento, los límites diferenciales entre categorías clásicas como patrimonio, colección y cultura material acaban difuminándose.
Las reformas generaron su propio excedente patrimonial, al renovar o modificar su ámbito. Algunos de los objetos que fueron aflorando proceden de los componentes del propio edificio. Las distintas excavaciones practicadas por urgencia en el subsuelo aportaron nuevas piezas. Estos restos fueron acumulándose, hasta atraer otros similares. La acumulación final atraviesa las distintas fases históricas del museo y constituye uno de sus signos de identidad. Entre los materiales abundan las lápidas sepulcrales, ocupando considerablemente los almacenes. Proceden mayoritariamente del propio pasado del museo y de enterramientos en iglesias colindantes. Sobre losas de arenisca desgastada se repiten apellidos familiares de comerciantes de siglos pasados, trasladadas al museo como repositorio de los legados de la ciudad, al evolucionar las formas de sepultura.
Inicialmente las lápidas expuestas mantuvieron su orientación horizontal, separadas levemente del suelo, indicando así su posición original. A consecuencia de las políticas museísticas comunes, que priman la circulación ante la contemplación y favorecen la percepción visual, estas lápidas han ido elevándose hasta adquirir una posición vertical, liberando espacio y proponiendo una aproximación frontal. En ese proceso, el cuerpo tridimensional original acaba reduciéndose en superficie plana.
Los calcos marcan y desvelan las inscripciones que contienen las superficie cubiertas por el papel, al igual que difuminan su imagen.
Una estructura metálica modular, forjada a medida en el pasado como acumulador de lápidas. Es el modelo de un sistema centralizado, de cuando el almacén convivía con otros entornos del museo, antes de la externalización de servicios. La estructura ha sido recuperada y ampliada, manteniendo las marcas de su desmontaje como instrucción para una reconstrucción futura que nunca tuvo lugar. Se presenta ahora como forma exenta, trasladada al espacio expositivo.
Por otro lado, las lápidas colocadas en el nuevo almacén visitable del museo han sido sometidas a distintas técnicas de calco, generando imágenes múltiples, y quedando ocultas bajo su representación. Los calcos marcan y desvelan las inscripciones que contienen las superficie cubiertas por el papel, al igual que difuminan su imagen. Como ejercicio de atlas completo, se han añadido calcos de unidades y fragmentos que se encuentran apartados en almacenes auxiliares. También se han realizado calcos sobre lápidas que, procediendo del subsuelo del museo, fueron custodiadas por otros órganos competentes, al haberse clasificado como arqueología.”
Estudió Diseño y escultura en la UPV (Universidad pública del País Vasco) y en la escuela politécnica de Milan. Después, desarrolló la investigación y la práctica en diferentes lugares de Nueva York y Japón. Desde entonces ha llevado a cabo muchos proyectos a lo largo del mundo. De vez en cuando ha desarrollado labores docentes en diversas escuelas y ha solido colaborar con medios de comunicación escritos.
Entre las exposiciones que ha organizado en los últimos años están:
En septiembre de 2019 participará en la Bienal de Gotheborg
Siguiendo la metodología de Museo Bikoitza, Aranberri ha elegido a la artista que participará en la segunda edición de este programa: Erlea Maneros Zabala.
Entre otros motivos, la ha elegido porque las investigaciones realizadas y técnicas utilizadas durante su carrera se adaptan a la complejidad del museo, por su capacidad de crear nuevos imaginarios relacionando diferentes hilos y archivos, y porque su visión del museo desde la distancia (vive en el extranjero) enriquecerá el resultado.
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